El intendente Miguel Lifschitz entregará el lunes próximo a la comisión directiva del Museo de la Memoria las llaves de la histórica casona de Córdoba y Moreno, ocupada durante la dictadura militar por el Comando del II Cuerpo de Ejército y donde consume sus últimos días el bar temático Rock & Feller’s. Un día después comenzarían los trabajos destinados a convertir el edificio, que supo albergar a los ideólogos del secuestro y la desaparición de miles de personas, en un espacio institucional, cultural y pedagógico.
“Recibida la llave, la comisión tomará posesión del inmueble y se dará lugar al inicio de las obras”, señaló a La Capital el director del museo, Rubén Chababo, en alusión a las tareas a encarar a través de licitaciones piloteadas por la Secretaría de Planeamiento municipal, algunas de ellas ya en marcha.
Tras evaluar el estado en que la comisión reciba la casona, llegará el turno de las mejoras en pisos, sistemas de iluminación y paredes, que le imprimirán al espacio la impronta de un museo.
En mayo de 2009, y después de tanto andar, el municipio selló un acuerdo con el concesionario del bar que, si bien prorrogaba unos meses más la permanencia del emprendimiento gastronómico en el lugar, garantizaba la conservación de equipos de aire acondicionado en los tres niveles del edificio, un ascensor e instalaciones sanitarias. Las partes también desistieron de los litigios cruzados.
Pero en diciembre pasado el Palacio de los Leones le otorgó a Rock & Feller’s otros 60 días para permanecer en la ochava de Córdoba y Moreno. Sus dueños adjuntaron una copia del contrato de alquiler del local al que se mudarán, en bulevar Oroño y Jujuy (donde funcionó el restaurante Petra) y el compromiso de darle continuidad a los 54 trabajadores del bar. Paralelamente, los empleados del tenedor libre recibirían el pago de indemnizaciones.
Chababo reconoció que las obras del museo demandarán “algunos meses”. Por ese motivo, el 23 de marzo, a un día del nuevo aniversario del golpe de Estado de 1976, la casona será epicentro de un acto “junto a los organismos de derechos humanos, las personas que trabajaron por la expropiación del inmueble y autoridades provinciales y municipales”.
Incluso el funcionario no descartó utilizar la terraza del edificio, un solar más afín a los happy hour que a las manifestaciones políticas en la última década. “Hablamos de un espacio de todos”, enfatizó, luego de reunirse con la comisión de Derechos Humanos del Concejo.
El museo contendrá entre sus paredes un centro documental, un área pedagógica, una biblioteca institucional y una muestra permanente de artistas y creativos rosarinos, además de un sector para exposiciones temporarias y un auditorio (presentaciones de libros, conferencias y ciclos de cine).
Fuente | La Capital