El economista Bernardo Kosacoff señaló que la economía argentina enfrenta “nuevos dilemas” derivados del crecimiento económico de los últimos años pero advirtió que pueden ser resueltos “técnicamente” y no a través de “una crisis, que históricamente producen transferencias de excedentes que son apropiadas por muy pocos”.
El director de la Comisión Económica para América latina (Cepal) estuvo en Rosario para brindar una conferencia organizada por el Colegio de Graduados en Ciencias Económicas y el Consejo Profesional de Ciencias Económicas. Esto en el marco de las actividades previas al “Congreso de economía y la producción” que se realizará el mes próximo.
Kosacoff es uno de los referentes más importantes del estudio en el análisis de las cadenas industriales. Desde ese punto de vista, analizó el conflicto con el campo, la extraña modificación de las expectativas económicas operada en los últimos meses y los desafíos a asumir para mantener un programa que permita a la Argentina convertirse “en un país de desarrollo intermedio en los próximos diez años”.
—¿Cómo analiza este súbito cambio de expectativas económicas?
—La economía argentina todavía está frente a una notable oportunidad. Tras el fin de la convertibilidad se recuperó la consistencia macroeconómica, que a nivel microeconómico permitió un saneamiento notable de las empresas. Por último apareció un elemento que no nos había acompañado en las últimas cinco décadas, como el escenario internacional que fue muy favorable a la Argentina. Sabemos que hay problemas en ese frente, pero todavía nos sigue siendo favorable por un tiempo. Hoy hay problemas, es absurdo no reconocerlo, pero hay márgenes para resolverlos y claramente no es la crisis el mecanismo para resolver los nuevos dilemas que tiene el país. Las crisis son altamente negativas porque se producen fuertes transferencias de excedentes, apropiadas por muy pocos. Hay un problema de aceleración de precios, de infraestructura energética, una necesidad de sumar algunos puntos en la inversión para sostener el crecimiento. También sigue existiendo la venta de empresas nacionales, con la singular presencia de empresas brasileras. Pero hay condiciones de resolver estos temas técnicamente y plantearse una visión compartida a diez años.
—¿Hay una dimensión de la vieja disputa entre campo e industria en el conflicto agropecuario?
—Este es justamente un falso dilema. Porque en las últimas décadas se construyó una cadena agroindustrial donde la producción de bienes se organiza involucrando maquinarias, fertilizantes, biotecnología, satélites, software, logística, servicio de apoyo a la producción, y una capacidad de circulación de conocimiento y capacidades que nutren la cadena de valor. Sin la participación colectiva del agro, los servicios y la industria no se podrá transitar hacia la asignatura pendiente, que es agregar más valor a la producción, pasar de las proteínas vegetales a las proteínas animales, producir alimentos diferenciados de alta calidad y generar más empleo calificado.
—Pero las partes parecieran confrontar sin tomar en cuenta esta nueva organización.
—Miremos esta crisis en perspectiva. Un elemento positivo es que la gente hoy descubrió que existe una nueva cadena agroindustrial muy distinta del pasado, y aparece un debate en el que lo que se plantea no es juego de suma cero. Todos podemos salir ganando. Uno de los elementos que no hay que desconocer es que el precio de los alimentos tiene un impacto muy fuerte en el ingreso de los sectores más humildes. Lo primero entonces es determinar claramente que hay que garantizar que al 30 por ciento mas pobre de la población le lleguen los alimentos de calidad y a precios totalmente desacoplados del mercado internacional. Eso técnicamente es posible, en un país con capacidad para producir alimentos para 400 millones de personas Y al mismo tiempo se puede tener un proyecto común que tenga en cuenta la generación de capacidades competitivas.
—¿Aprovechó la industria la recuperación de la posdevaluación para generar las bases de un desarrollo?
—La industria argentina tiene ahora el desafío de entrar en una dinámica de cambio estructural. La condición necesaria para eso era el saneamiento de las empresas. Esa etapa se cumplió y ahora hay que ver en los próximos 10 años un sector manufacturero en el cual se creen nuevas empresas, se fortalezcan grandes empresas nacionales, aparezcan nuevos sectores asociados a bienes más intensivos en tecnología y se incorpore mano de obra más calificada. Es lo que están haciendo otros países de desarrollo intermedio.
—¿Los industriales lo ven?
—Aparecieron una cantidad enorme de sectores nuevos, que por ahora son los arbolitos que sirven para crear el bosque, que introduzcan un nuevo patrón de industrialización en la medida que ganen peso. La Argentina es un país diversificado y complejo, y eso es bueno. Uno ve cosas en desarrollo del software, la publicidad, el cine, bienes culturales, maquinaria agrícola, biotecnología, etcétera, que son muy interesantes. Más allá de los nuevos dilemas, a largo plazo la Argentina puede ser un país de desarrollo intermedio, con capacidad de integración social a través del aparato productivo, que es la mejor forma de integrar plenamente a la población. Hoy la Argentina necesita un gesto de todos los sectores para entender que, si en los próximos diez años no hay una crisis, posiblemente nos encontremos con un país distinto.
—En muchos sectores el empleo industrial se recuperó en base a estrategias de trabajo intensivo. ¿Qué pasará si invierten en tecnología?.
—Es otro falso dilema. Si pensamos en un país estancado, obviamente que en la medida que sea más capital intensivo va a expulsar mano de obra. Pero hay que pensar en un país que crece, con una torta más grande y con más empleo. Cuando uno es más eficiente se puede resolver el tema de la competitividad, no con bajos salarios sino con la calidad de mano de obra. Por eso hay que transitar de una economía primarizada hacia la producción de bienes más complejos. En lugar de exportar aluminio y chapa de acero, hay que tener la metalmecánica que tuvimos. Se trata de aprovechar la oportunidad para ir a una sociedad más compleja y diferenciada.
Fuente | La Capital