En los últimos meses muchas esquinas de Pichincha encontraron novio del sector gastronómico. Son tanto fuertes franquicias porteñas como emprendimientos de rosarinos: El club de la milanesa, Itamae, El oso sala la sopa, Tako Sushi, Smooth, Pichincha Lounge, Juanita, Lobby, son algunos de ellos.
Esta movida gourmet se enmarca dentro de un plan especial de la secretaría de Planeamiento local para revitalizar la zona pero a la vez preservarla. Muchos se animan –desde hace algunos años- a aventurar que el barrio puede tener la movida y la estética de la zona de Plaza Serrano en Palermo. Pero, evidentemente, falta bastante tiempo para eso.
“En Palermo llevó muchísimos años armar todo ese movimiento, por que fueron muy pocos los comerciantes que se animaron al principio y acá está pasando lo mismo”, analiza Juliana Guglielmi, propietaria de una inmobiliaria instalada en el corazón de Pichincha.
Agrega que lo que falta es que empresarios de otros sectores se animen a abrir locales minoristas con venta directa al público porque quienes compraron locales para desarrollos comerciales lo hacen puertas adentro.
En ese tren, el pionero del barrio es Rubén Serri, titular de Archie Reiton, quien montó su textil en el viejo prostíbulo Petit Trianon. La casona es impactante por dentro pero poco se percibe de eso ya que hoy están trabajando como mayoristas, aun no abrieron sus puertas al público.
“Hay otras textiles que quieren venir a la zona, pero todavía no se concreta nada”, agregó Guglielmi. Laundry es otra firma instalada en Pichincha pero por poco tiempo más porque se mudan al complejo textil de Granadero Baigorria. Habrá que ver si otra firma toma la posta.
Un problema para el desembarco de más actividad comercial es que el barrio sigue teniendo mucha actividad nocturna. Hay empresarios que han colocado más de un boliche en pocas manzanas y, tal como relata Guglielmi, hay mañanas donde aparecen “árboles rotos, las veredas muy sucias, entre otras cosas”.
El negocio inmobiliario
Ahora bien, mientras se cocina a fuego lento esta movida comercial el negocio inmobiliario está frío. Guglielmi tiene muchos clientes en la zona pero con la nueva reglamentación el barrio no seduce como antes. O al menos, así lo afirma la broker: “Desde que se modificó la reglamentación hubo mucha limitación y muchos terrenos bajaron su valor. Pero los propietarios no quieren vender, porque prefieren esperar creyendo que estas son decisiones políticas que pueden ir cambiando. Entonces, como ellos no bajan los precios, nadie compra y no hay movimiento”. El metro cuadrado se vende a unos u$s500 y la mayoría de las casas necesitan importantes remodelaciones para sostener estructuras del siglo pasado.
Este panorama no pasa desapercibido para las cámaras ligadas a la construcción que están peleando desde junio la modificación de algunos puntos del Código Urbano. “Este es uno de los temas que tenemos en agenda, queremos hablar sobre algunas modificaciones que se pueden hacer”, explicó Jorge Sarua, titular del Colegio de Arquitectos.
Tienen claro cuál es la modificación que quieren: si bien la altura no se puede tocar (es planta baja y tres pisos excepto algunas calles más anchas y terrenos grandes donde se permiten hasta 5 pisos) quieren limitar el área a la que se llama Pichincha.
“Tomaron muchas más manzanas, lo ampliaron en exceso y limitaron mucho los proyectos”, agrega Sarua. Con él coincide Guglielmi quien especificó que el histórico barrio antes era ocupado por un espacio entre ocho y catorce manzanas y ahora llega desde Urquiza hasta avenida del Valle y de bulevar Oroño a Vera Mujica (vereda oeste).
Fuente | Punto Biz